viernes, 7 de febrero de 2014
LA MARAVILLA DEL PERDON
El tren corría raudo por la la vía en busca de estaciones. A causa del bullicio, nadie reparaba en un joven sentado con la cara entre las manos. Cuando levantaba el rostro, se veían en el las huellas de la tristeza, el desencanto y la preocupación. Después de varias estaciones, un señor mayor que estaba sentado frente a el, se animó a preguntarle cual era el motivo de su turbación. Vera dijo el joven, siendo adolecente, fui muy rebelde y no hice caso a mi madre que me aconsejaba dejar las malas compañías. En una de mis andanzas, mate a una persona. Fui juzgado, y condenado a diez años de cárcel. La sentencia la tuve que purgar en un presidio lejos de mi casa. Nadie me escribió durante un tiempo, y todas las cartas que envié no tuvieron respuesta. Unos meses atrás, cuando supe la fecha de mi liberación le escribí a mi madre. En ella decía más o menos así: Querida mama, sé que has sufrido mucho por mi causa en estos diez años. Sé que he sido un mal hijo y entiendo tu silencio al no querer comunicarte conmigo. Dentro de unos meses voy a estar libre y quisiera regresar a casa. No sé si me estarás esperando, por lo cual te ruego que me des una señal de que me aceptaras. ¿te acuerdas del peral que hay en la estación de trenes? Yo voy a comprar un pasaje que sirva para más allá de nuestro pueblo. Si tú me perdonaste y aceptas mi regreso, al no ver la cinta amarilla en el árbol, seguiré de largo y nunca más te molestare. Esta es mi historia, señor, y quisiera pedirle un favor ¿podría mirar usted en la próxima estación si el árbol con cinta amarilla? Tengo tanto miedo que no me animo a mirar. En silencio, solo interrumpido por los sollozos del joven, el tren fue acercándose a la estación. De repente, el señor que estaba de frente grito lleno de júbilo: - ¡joven, joven, mire! Alzando sus ojos surcados por las lágrimas el joven contemplo el espectáculo más hermoso que podrían ver sus ojos. El peral no tenía una cinta amarilla: estaba lleno de cintas amarillas, pero no solo el, sino todos los arboles del pueblo estaban lleno de cintas amarillas.
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