El amigo fiel no tiene precio”. Siracide 6:5-17.
¿Cómo se consiguen amigos, quién es el verdadero amigo, como el que tratarlos?.
Al amigo se le conoce en las pruebas;
porque hay amigos que acompañan a la mesa y no aparecen a la hora de la desgracia;
cuando te va bien, están contigo, cuando te va mal, huyen de ti.
Por eso, a los amigos nuevos hay que recibirlos con cautela. Son los antiguos, los fieles, los que permanecen en todas las circunstancias, los que cuentan.
Pero también aquí entra la fe: un amigo fiel no tiene precio… el que teme a Dios lo alcanza, su camarada será como él.
Cuando los amigos comparten también su fe en Dios, los lazos son mucho más sólidos.
El corazón de un soldado de la primera guerra mundial se llenó de dolor cuando vio que uno de sus amigos de toda la vida había caído en combate.
Atrapado en la trinchera con las balas silbando por encima de su cabeza, el soldado se acercó a su teniente y le preguntó si podía salir y buscar a su compañero.
“Puede ir”, le dijo el teniente, “pero no creo que merezca la pena. Su amigo está probablemente muerto y usted puede terminar igual”. Las palabras del teniente no le importaron. El soldado fue buscarlo.
Milagrosamente consiguió llegar hasta él, cargarlo sobre sus hombros y llevarlo hasta la trinchera de la compañía. Cuando los dos cayeron al fondo de la trinchera, el teniente examinó al soldado herido y luego miró su amigo.
“Le dije que no merecía la pena. Su amigo está muerto y usted está herido de muerte”.
“A pesar de todo valió la pena”, contestó el soldado.
“¿Qué quiere decir que vale la pena?, su amigo está muerto”. Le dijo el teniente.
“Sí, señor, pero valió la pena porque cuándo yo llegué hasta el aún estaba vivo y tuve la satisfacción de oírle decir:
Juan, sabía que vendrías”
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