jueves, 1 de septiembre de 2016
Siempre se está a tiempo..
Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el trenen que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora.La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletitas y una botella de agua para pasar el tiempo.Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera.Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario.Imprevistamente, la señora observó cómo aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletitas,lo abría y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente.La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampoco dejarpasar aquella situación o hacer de cuenta que nada había pasado; así que,con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galletita, la exhibiófrente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrío.La señora ya enojada, tomó una nueva galletita y, con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.El diálogo de miradas y sonrisas continúo entre galletita y galletita. La señora cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente.Finalmente, la señora se dió cuenta de que en el paquete sólo quedaba laúltima galleta. "No podrá ser tan caradura", pensó mientras mirabaalternativamente al joven y al paquete de galletas.Con calma el joven alargó la mano, tomo la última galletita, y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad.Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galletita a su compañera de banco.-"¡Gracias!" - dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad.- "De nada" - contestó el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad.Entonces el tren anunció su partida...La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón.Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vió al muchacho todavíasentado en el andén y pensó: " ¡Qué insolente, qué mal educado, qué será de nuestro mundo!".Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca porel disgusto que aquella situación le había provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete de galletitas intacto.Cuántas veces nuestros prejuicios, nuestras decisiones apresuradas noshacen valorar erroneamente a las personas y cometer las peores equivocaciones.Cuántas veces la desconfianza ya instalada en nosotros, hace que juzguemosinjustamente a personas y situaciones, y sin tener un por qué, las encasillamos en ideas pre-concebidas, muchas veces tan alejadas de la realidad que se presenta.Así por no utilizar nuestra capacidad de autocrítica y de observación,perdemos la gracia natural de compartir y enfrentar situaciones, haciendo crecer en nosotros la desconfianza y la preocupación.Nos inquietamos por acontecimientos que no son reales, que quizás nunca lleguemos a contemplar, y nos atormentamos con problemas que tal vez nunca ocurrirán.Dice un viejo proverbio...Peleando, juzgando antes de tiempo y alterándose no se consigue jamás losuficiente, pero siendo justo, cediendo y observando a los demás con unasimple cuota de serenidad, se consigue más de lo que se espera.Dedicado a todos Aquellos que al leer este cuento sienten que tienen o pueden dar otra oportunidad a alguien... Nunca es demasiado tarde...Siempre se está a tiempo..
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