miércoles, 9 de diciembre de 2009

Los éxitos tienen como base una cantidad reiterada de sacrificios y de luchas escalonadas. Por eso es cierto lo que dice Mauricio Nedoncelle: "Una brújula no dispensa de remar".

Una leyenda muy antigua relata que en esos tiempos, Dios tenía la costumbre de recorrer la tierra. Una tarde, aprovechando el fresco, un campesino caminó a su encuentro. Después de los saludos, el labriego fue al grano con una sugerencia dislocada.

-"Mira, Señor, creo que eres el Creador del mundo y conoces todo lo que hiciste... pero no eres campesino. Sinceramente, ¿qué sabes de agricultura?"
Como humilde respuesta, Dios le tiró una pregunta:

-"Dime, ¿qué me aconsejarías?"

-"Durante un año déjame que yo haga todo según mi parecer. Te digo que, según mis planes, la pobreza no existirá más".

Dios y el campesino se dieron un abrazo y el pacto quedó sellado. El labrador pidió lo mejor: nada de tormentas, ni granizo, ni sol fuerte, ni sequías prolongadas. En una palabra, los granos de trigo germinaron y crecieron llamativamente. El granjero se sentía realizado, feliz, ya que todo marchaba según sus planes. Cuando deseaba lluvia, llovía; cuando quería sol tenue o ardiente, así se le presentaba la jornada. Además, el rocío de la noche le daba continuamente nuevas energías a la siembra. Todo parecía sincronizado, favoreciendo el crecimiento.

Una mañana el campesino se encontró con Dios y le manifestó su contento; así como pintaba la cosa, tendría una cosecha tal, que según sus cálculos, la gente no necesitaría trabajar durante diez años, porque habría alimentos en abundancia.

Pero, el día indicado para la trilla, a media mañana, la sorpresa fue contundente: la espigas no tenían peso, los granos estaban vacíos. Las plantas se habían "ido en vicio", como dicen los colonos.

-"¿Qué pasó aquí?", le preguntó a Dios el desorientado agricultor.
-"Como evitaste todo lo adverso, las lluvias fuertes, el sol abrazador o la falta de rocío oportuno que darían resistencia a la siembra, el trigo se volvió impotente, no formó los granos, desarrollándose desmedidamente en ropaje exterior..."

Sin pruebas, sin crisis, sin esfuerzo no hay desarrollo, ni crecimiento, ni maduréz, ni frutos. Dios sabe lo que ideó y proyectó y aunque pida nuestra colaboración, no podemos ofenderlo alterando sus planes. La vida es un riesgo que supone esfuerzos, dudas, luchas y hasta aparentes fracasos. Pero el que pelea el buen combate hasta el final, sin desfallecer, recibirá la corona de la vida, según el pensamiento del apóstol Pablo.

"Los que siembran entre lágrimas, cosecharán entre canciones. El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas" (Salmo 126, 5).

Cuando nos arriesgamos positivamente, recreamos la obra de Dios que nos sorprende con sus bendiciones, a la vez que la vamos completando en equilibrada y respetuosa armonía.

1 comentario:

  1. hoy tu texto muy bueno...es bueno leer cosas que reconfortan el alma.
    te escucho siempre.mario

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